En estos tiempos del coronavirus no me llaman mucho la atención las fotos. Es como si esa realidad que lo invade todo fuera la única realidad que se puede fotografiar ahora y que cualquier otro tema que, de alguna manera, no se refiera a ella es banal. Hoy, leyendo el suplemento Babelia de El País, me he topado con un artículo y una pequeña selección de fotos del fotógrafo Txema Salvans , agrupadas bajo el tema Perefct Day. Me han gustado tanto que hasta he decidido hacer una entrada para el blog. Quizás sea porque en esas fotos se aprecia que esa vida en el exterior que ahora tanto echamos de menos no es tan idílica como nos parece recordar. Perfect Day The Waiting Game The Waiting Game II Pero… Asociamos erróneamente, como yo he hecho más arriba, la felicidad de un momento a encontrarnos en un paisaje idílico, cuando no es así. Seguramente todos tenemos almacenados en nuestra memoria momentos catalogados como especialm
Siguiendo con el asunto del interés de una foto, he llegado a la conclusión de que, para mí, éste se centra en dos aspectos: en primer lugar la composición, la construcción plástica de la imagen como conjunto y en segundo lugar el motivo, lo que cuenta la foto. En este orden porque una foto que, haciendo abstracción del motivo, tiene un encuadre, una luz y un color, en su caso, que la hace equilibrada y armoniosa me gusta independientemente del motivo, sin embargo una foto cuyo motivo llama mi atención o incluso despierta en mí algún tipo de sentimiento, si no tiene una buena composición, si ese motivo no aparece bien situado en el fotograma, si la foto como objeto estético no está bien construida, entonces me interesa como documento pero no me interesa como fotografía. Creo además que esa construcción plástica es una cualidad genérica exigible a cualquier tipo de fotografía, ya sea retrato, paisaje, macro, etc, de ahí que cualquier tipo de fotografía sea susceptible de ser apreciada
Grigori Perelman (San Petersburgo 1966) es un matemático ruso que hacía 2002 (la fecha exacta es difícil determinar en estos casos), demostró la que hasta entonces se había denominado conjetura de Poincaré , que este matemático había planteado en 1904; una proposición matemática que, obviamente, ni él mismo ni ningún otro matemático habían sido capaces de justificar razonadamente hasta ese momento. A raíz de la publicación de dicha demostración, Perelman adoptó una actitud ciertamente sorprendente, rechazó todos los premios y reconocimientos que se le otorgaron, incluido un premio de un millón de dólares que una fundación había establecido para quien lograra resolver la mencionada conjetura, rompió la relación con sus colegas y anunció que abandonaba las matemáticas. Ahora vive prácticamente en la miseria junto a su madre, también matemática, en un suburbio de San Petersburgo.
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