Bocados de realidad XXII
Recientemente he pasado unos días en Oporto que aproveché para
visitar un par de obras de Álvaro Siza, el arquitecto portugués: las piscinas
naturales en Matosinhos y la Fundación Serralves, así como la Casa de la Música
del holandés Rem Koolhaas.
Ciertamente las piscinas de Matosinhos son un espacio mágico.
Adosadas al paseo marítimo, las cubiertas apenas sobresalen un metro por encima
del pretil, por lo que no impiden la visión del mar. Se accede, mediante rampas
flanqueadas por muros de hormigón visto a unos espacios que resultan
sorprendentemente íntimos, que transmiten la sensación de aislamiento del
exterior y de estar sólo abiertos al mar. Hice algunas fotografías, pero o no
estuve muy inspirado o me cortó violentar esa intimidad de la gente que pasaba
allí relajadamente la tarde o no encontré suficientes motivos ya que sólo era
visitable la cafetería, lo cierto es que ninguna de ellas tiene suficiente
interés como fotografía para ponerla aquí.
Bien distinta fue la experiencia en la fundación Serralves. Se
accede al edificio del museo por una galería con una cubierta volada muy propia
de Siza y ya esa galería me pareció el paraíso para el tipo de fotografías que
me gusta hacer, mirar por el visor de la cámara era emocionante, miraras hacia
donde miraras las imágenes que aparecían en el visor eran preciosas, las
fotografías salían solas sin necesidad de pensarlas, de hecho apenas las he
retocado: enderezar alguna que estaba caída, ajustar el encuadre a algunas
líneas y tocar mínimamente las luces, no recuerdo haber tenido nunca esa
sensación. Sin duda ayudó que fuera una mañana luminosa con un cielo muy azul,
que acentuaba el verde del césped y generaba sombras que parecían colaborar
generosamente a formalizar las composiciones, pero el mérito de Siza Vieira es
indudable, los espacios que ha creado allí me parecieron extraordinarios.
Tanto es así que no sé con cuales quedarme, todas me
gustan así es que, aunque sean similares, voy a poner varias.
El interior me gustó menos; no sé si es precipitado decir
que lo mejor de Siza son sus espacios exteriores. Curiosamente me ocurrió justo
lo contrario con la Casa de la Música de Rem Koolhaas, me gustaron más los
espacios interiores que los exteriores. Sin duda es un edificio de formas
rotundas, pese a ello los espacios que rodean el edificio exteriores me parecieron
pobres, fuera de escala, nada acogedores y aunque permanecí allí un tiempo tampoco
fui capaz de hacer una fotografía que me gustase; quizás sea un edificio para
fotografiar desde lejos, con el entorno como marco, de hecho, volviendo de
Serralves, desde el autobús lo vi en una perspectiva curiosa, sus caras
inclinadas y con distinto grado de iluminación hacían que fuese exactamente el
típico cubo que dibujan los niños en perspectiva isométrica.
Aunque sólo pude visitar la cafetería y la zona de
recepción, esos espacios me parecieron mucho más interesantes.
Recuerdo ahora esa anécdota que conté en una entrada
anterior del catedrático de Proyectos que era capaz de hacer un psicoanálisis
de un alumno viendo los planos de su proyecto. Sin duda estas características contrastadas
entre los espacios exteriores e interiores de Siza y Koolhaas permiten sacar
conclusiones sobre la personalidad de ambos.
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