Si ya lo sabía yo
Esta época de crisis que
atravesamos es propicia para que aparezcan por doquier visionarios
del pasado que nos cuentan los errores o desmanes que cometimos y
cómo estaba muy claro que desembocaríamos en la situación actual.
Lo que más me
molesta de estos profetas del pasado es la actitud que suelen adoptar, ese “si ya lo sabía yo”,
no exento de orgullo que, a su vez, viene a decirnos que somos todos
unos imbéciles por no habernos dado cuenta de algo que era tan
evidente.
Mientras los leo o los
escucho siempre hay dos preguntas que me rondan la cabeza: ¿por qué
no lo dijeron entonces si lo veían tan claro? y ¿de qué nos sirve
ahora su clarividencia?
Yo creo que las cosas no
se ven igual desde dentro, inmersos y afectados por ellas, que desde
fuera, con la suficiente distancia para analizarlas objetivamente, en
este sentido, el presente es dentro y el pasado es fuera. Lo difícil
es explicar el presente, porque cuesta abstraerse, juzgar con
objetividad y prever las consecuencias futuras. Pero si resulta
difícil analizarlo, más difícil aún resulta exponer públicamente
esas conclusiones, en el supuesto de que éstas sean que vamos por un
camino equivocado, porque ello implica situarse contracorriente y se
corre el riesgo de resultar arrollado; pero este es, precisamente, el
merito y no hacerlo, no deja de ser una actitud cobarde.
El pasado ya lo conocemos
todos y no necesitamos que nadie venga a explicarnos lo que ya
sabemos y menos aún desde un púlpito acusador.
Las opiniones hay que
manifestarlas cuando tienen utilidad, es decir, en el presente y si
no, mejor callarlas, al menos para no poner de manifiesto la pasada
cobardía. Y si resultase que ya en su momento se dijeron, ¿que
utilidad tiene repetirlas aparte de apuntarse méritos? El presente
ahora es otro y éste es el que interesa.
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